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¿Por qué no me voy de Mi País?

 

Porque quiero ser el último en apagar la luz de los corruptos y el primero en encenderla para los patriotas.

Porque no quiero sufrir o disfrutar el país, fuera del país.

Porque dice el Martín Fierro: "no te apartés del rincón donde empezó tu esistencia, vaca que cambia querencia se atrasa en la parición" y dice en la Biblia que cada cual busque entre los suyos.

No me iría por los amigos y mucho menos por los enemigos.

No me iría porque este País es mío, de mis padres y mis hijos y ¿cómo podría dejar lo que es mío y me pertenece? Cada uno, al irse, deja lo mejor.

Porque todavía le falta mucho al sauce que planté en el patio, mi hijo no conoce Buenos Aires o la nieve y tengo que conversar con unos quinientos poetas de la palabra argentina y sentir su amor, su maravilla.

O a lo mejor sí, me iría del país, pero llevándome mis llanuras, mis cordilleras, mis ríos, mi mar y el fondo de mi mar, y mis desiertos y mis inundados y todas mis latas, todo nuestro silencio inmenso de pájaros, entonces sí, me iría con 37.000.000 de argentinos, con ellos sobre todo, me iría a cualquier lado pero... mejor viajemos hacia a la esperanza.

Porque me niego a temer el hambre y la impotencia hasta el punto de abandonarla en otros y negarme en la historia.

A creer que no fuimos, no somos ni seremos.

Porque todas las mentiras, los robos o la frivolidad no son ni una brisa en el rostro de nuestros héroes de bronce y carne.

Porque el futuro de los hijos no es una coartada, ni la inteligencia o las carreras profesionales que se pagaron con el sudor del pobrerío o de la usura, ni esta inextinguible fantasía de la clase media material o simbólica por comprarse la sensación de vivir en una propaganda televisiva.

En todo caso prefiero ser un hombre entre las ruinas a un fantasma en prometidos paraísos.

Porque dediqué toda mi vida a la belleza y sus palabras y no encontraría jamás el término exacto para describir el resplandor de estos cielos del sur a aquellos que no tuvieron ni estos padecimientos ni esta luz.

Porque ser Argentinos es un Principio que no sella pasaportes.

Decía Marechal "la patria es un dolor que no tiene bautismo", y cada uno de nosotros es el agua bendita y el nombre de la patria.

Porque esta tierra, y sus seres, me hizo posible saber que, al fin, lo cierto está enterrado hondo entre nuestros huesos de humillación o hastío o a lo sumo en esos rostros junto a los cuales crecimos y envejecimos, en la casa de los muertos y los brazos maternos del albor.

Que se vayan aquellos a quienes les queda chico el país y su esperanza, los que se sienten prescindibles, inútiles, errantes, aventureros...

Siempre será ésta su patria porque la palabra "Patria" viene de donde uno tiene sus padres y donde uno tiene sus muertos

No me voy del País porque me queda grande Mi País, y estoy aprendiendo recién a merecerlo.

Editorial: "24 de Marzo"

 

Grupúsculos de la izquierda trataron nuevamente, este último domingo, de llenar la Plaza de Mayo de la ciudad de Buenos Aires, esta vez para maldecir lo que el aniversario evocaba.

Lo hicieron en nombre de la buena memoria, aunque sin duda en ellos flaquea, tal vez por el progresivo envejecimiento intelectual de la tendencia a que pertenecen. De ahí que los oradores hablaran del 24 de Marzo de 1976 y de los años siguientes, pero sin recuerdo alguno de lo sucedido antes.

El olvido, contra el cual clamaban, fue flagrante. Es que ni ellos mismos se atreven a mencionar el lote de infamias gratuitas que sus predecesores cometieron contra la sociedad argentina.

Hacerlo obligaría al arrepentimiento público, cosa que no sienten ni quieren simular. Por este motivo los jefes guerrilleros que volvieron al país, tras abandonar a su tropa y escapar al extranjero, han tomado por el atajo de reconocer el error estratégico cometido al desafiar a la guerra a las Fuerzas Armadas, pero sin asomo de reconocimiento de su culpa moral.

Esta actitud es común a los militantes de la izquierda. Se plantan en víctimas enteramente inocentes. El gobierno militar habría sido un hato de demonios perversos que los tomaron a ellos de pretexto para establecer lo que llaman una dictadura.

Hasta la denominación está torpemente aplicada: habría sido una dictadura sin dictador conocido, un régimen unipersonal bajo un sistema ejecutivo de un raro colegiado, en el cual el presidente y las juntas compartieron el poder absoluto.

Pero son propias de la izquierda las simplificaciones burdas, sea porque así se llega más fácilmente al común, sea porque la ideología también lo es.

Muestra de ello dio la cabecilla de las Madres de la Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, la cual hizo rancho aparte, pero sin diferenciarse mayormente de sus correligionarios, salvo por la desorbitada exageración de sus groserías.

Pese a ellas, sus palabras fueron lo más representativo de los sentimientos comunes a los dos actos, en uno francamente bolchevique como homenaje a "nuestros queridos guerrilleros", y en el siguiente hipócritamente inconfesos.

3 - "Centro Tocqueville" www.centrotocqueville.com.ar

Las expresiones populares ayudan a graficar lo que uno desea expresar. Así, el dicho "a río revuelto, ganancia de pescador", sería el que podría ser mejor utilizado para reflejar las circunstancias por las que atraviesa la república en la actualidad.

Los signos de la anarquía están a la vista. Una pugna de todos contra todos, donde se van demoliendo las bases de la convivencia racional en la sociedad. ¿Qué existen causales para el enojo y hasta la indignación? Por cierto que sí. Pero las respuestas no deberían llevarnos hacia los extremos de la violencia, que algunos grupos interesados buscan fomentar, por todos los medios posibles, para llegar a una toma del poder "a lo popular".

Hoy, ciertos actores, quieren reemplazar al tradicional golpe de Estado, por "el golpe de las cacerolas", como forma ilegítima de hacerse del poder.

Por diversas circunstancias, se han avasallado ciertas garantías constitucionales, pero es nuestra responsabilidad, impedir que se continúen deteriorando las que quedan en pie para, a partir de este punto, volver a reconstruir lo perdido. ¡Cuidado!, con quienes pregonan que hay que destruirlo todo para comenzar algo nuevo.

Las vicisitudes por las que estamos atravesando actualmente, no son solo responsabilidad de los políticos, jueces, empresarios, banqueros, sindicalistas, periodistas y otros. Usted y nosotros tenemos nuestra cuota - parte en esta tragedia........

....¿Cuántos "caceroleros" actuales, votaron a quienes luego voltearon? Acaso, a los que hoy se critica y se quiere expulsar de sus partidos, ¿no llegaron a través de las urnas? Entonces ¿cuál fue el problema?

El problema fue que todos, de una u otra manera, nos desentendimos de la cosa pública y dejamos de exigirle eficiencia, a modo de clientes, al funcionario del Estado....

....Somos víctimas de un presente que se gestó en un pasado, al que no deseamos regresar. Somos sí, dueños del futuro, sea este bueno o malo; pero esta vez la disyuntiva nos pertenece. Seremos los responsables de lo que hereden nuestros hijos y nietos. Estamos ante una oportunidad única, que no admite posiciones ambiguas. O seremos Occidente, con sus valores e instituciones o, parafraseando a San Martín, no seremos nada.

Hoy, de alguna manera, estamos como aquel 25 de Mayo de 1810 pero, esta vez, no para saber de que se trata, porque sabemos perfectamente bien de que se trata. Hoy:

Queremos el respeto a los derechos individuales.

Queremos el respeto a la propiedad privada.

Queremos hacer uso del ejercicio responsable de nuestra libertad.

Queremos igualdad de oportunidades.

Queremos un estado con un tratamiento igualitario para todos ante la ley.

Queremos seguridad física para nuestras familias.

Queremos un sistema político que nos permita elegir a los mejores y participar en la política.

Queremos que se escuche a la mayoría silenciosa de los hombres comunes, que deseamos participar activamente para defender la institucionalidad. No queremos caer en la anarquía, donde mandan los más fuertes, las corporaciones y las mafias.

¡Nunca más el "no te metás"!

Esta vez debemos afrontar el camino de las urnas con la razón y la sensatez de nuestro lado, encontrando a nuevos dirigentes que estén comprometidos con nuestros valores y que sean capaces de anteponerlos a sus apetencias personales o partidarias.

Mientras tanto, ¡cuidado con las aves de rapiña!, que sobrevuelan a la República herida, mientras relame sus llagas. Están a la espera de sus despojos. Son los oportunistas de siempre, que vuelven con nuevo maquillaje, para hacernos creer que se han aggiornado ideológicamente, cuando el sistema que nos ofrecen como opción, probó ser totalmente ineficaz para resolver los problemas de las sociedades que se vieron sojuzgadas por sus teorías.

Versión completa en el sitio web: www.centrotocqueville.com.ar

Va mi homenaje al Contraalmirante Zaratiegui, que en todo momento dio su testimonio de honor y de coraje.

 

Dios tenga piedad de su alma y que a nosotros nos desparrame sus virtudes para que la Patria viva.

 

Atentamente

Dr. Mariano Gradin

 

La Razón - 27 de marzo del 2002

 

Análisis económico: "La mala memoria de algunos argentinos"

 

por Juan Alemann.

 

Cuando Menem asumió como Presidente en 1989, se encontró con una realidad nacional e internacional que le dio bases políticas para implementar un modelo económico basado en la empresa privada, el funcionamiento de los mercados, la estabilidad y una fluida relación con el mundo, todo ello en el marco de un enfoque racional. En ese entonces caía el muro de Berlín y se derrumbaba la Unión Soviética, con lo cual los comunistas y sus compañeros de ruta se quedaron sin argumentos. A su vez, en el orden interno, la hiperinflación y el desastre de las empresas estatales pusieron en descubierto que el modelo económico vigente no funcionaba. En realidad, nunca funcionó bien; pero fue necesario que Alfonsín lo llevara al absurdo, para que no quedaran dudas.

Ahora estas cosas parecen haber caído en el olvido. El agudo politicólogo francés Jean-Francois Revel analiza este fenómeno a nivel mundial en su libro "La gran mascarada", que comienza así: "La última década ha sido testigo de la poderosa contraofensiva desplegada por políticos e intelectuales de la vieja izquierda con el fin de borrar e invertir las conclusiones, que en 1990 parecían desprenderse de la evidencia del hundimiento del comunismo y, más generalmente, de los fracasos del socialismo".

En cuanto a nuestro país resulta por demás asombroso que en las encuestas aparentemente la mayoría estaría a favor de la reestatización de las empresas privatizadas. Esta gente se olvidó de la calamidad que eran esas empresas en manos del Estado, bajo todos los gobiernos.

TELEFONOS, ELECTRICIDAD Y GAS.

 

Para obtener una conexión telefónica (sin influencias políticas) había que esperar años. El servicio era muy deficiente en cuanto a la calidad de las comunicaciones y en los últimos tiempos de la época estatal el 5% o más de los teléfonos estaba descompuesto.

 

De 2,7 millones de teléfonos en 1990 hemos pasado a 14,5 millones en la actualidad. Se obtiene un teléfono de un día al otro. El coeficiente de teléfonos descompuestos está por debajo del 0,5% y la calidad del servicio es óptima. Además, en promedio (urbanas, media y larga distancia) las tarifas eran en el 2001 (antes de la devaluación) más bajas en dólares que en la última época estatal.

 

En materia de electricidad había cortes sorpresivos continuos y también programados. La perspectiva era de creciente escasez. Además había variaciones en la tensión, con daño para los aparatos eléctricos.

 

Con la privatización todo eso se redujo a niveles mínimos, amén de que se exporta electricidad en cantidades crecientes y que las tarifas industriales eran en el 2001 (en dólares) entre 30% y 50% más bajas que antes de la privatización (iniciada en 1992). También las tarifas para viviendas bajaron. Además se expandió la red, brindando servicio eléctrico a muchos que no lo tenían.

 

En materia de gas, había baja presión en amplias zonas de la Capital y del Gran Buenos Aires y amplios sectores de la población no accedían al servicio.

 

Ahora, aún en los días más crudos del invierno, cuando la demanda hace un pico, la presión sigue igual. Además la red se ha expandido mucho.

 

TRANSPORTE PUBLICO Y AGUA.

 

En el transporte ferroviario de pasajeros el servicio era harto deficiente, con incumplimiento permanente de horarios, servicios continuamente interrumpidos, vagones sucios, con vidrios rotos, asientos destruidos y sin luz, y cono inseguridad personal. Además, la insuficiencia de vagones llevaba a que en horas pico los pasajeros viajasen como sardinas.

 

En los subterráneos el servicio era mejor, pero igualmente presentaba deficiencias graves.

 

Todo eso se superó. Las tarifas seguían siendo (antes de la devaluación) las más bajas del mundo, de una cuarta parte o menos de las europeas.

 

En agua se mejoró la calidad, de modo que pasamos de un líquido sucio a agua potable. Además, el servicio se expandió. Lo más importante es que en este caso estábamos al borde del colapso; amplios sectores de la zona metropolitana se podían haber quedado sin agua en cualquier momento. Nos salvamos de milagros.

 

Las rutas estaban destruidas, lo cual dificultaba la circulación de los vehículos, los dañaba y, lo que es más grave, provocaba accidentes.

 

Con el concesionamiento todo esto se superó.

 

El comunismo ha adquirido nuevos ropajes en la Argentina. Está representado por el partido Izquierda Unida y diversas organizaciones como los piqueteros. Copó las asambleas barriales y también el acto en la Plaza de Mayo del 24 de marzo.

Está haciendo una intensa acción ideológica para desacreditar a las empresas privatizadas, para lo cual cuenta con la ayuda de muchos periodistas y políticos, no siempre conscientes de lo que hacen.

Lo más grave es que el propio Gobierno ha hecho suya buena parte de esta crítica falaz y destructiva.

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Opinión: "La Bolsa de la Salvación"

Si el General Martín Balza no hubiera sido jefe del Ejército y ni siquiera militar, su artículo publicado en Clarín el 21 de marzo pasado propiciando la anulación de las leyes de obediencia debida y punto final, podría parecer escrito por un estudiante cándido recién salido de la universidad de Shuberoff (y no precisamente un estudiante de derecho), porque ha omitido varios datos y salteado varios principios para arribar a las conclusiones a las que llega.

Balza sabe en cambio que esas leyes fueron el cierre de un proceso antinatural, antijurídico e ideológico de persecución -- que en realidad obstaculizó la justicia -- que empezó con las doctrinas aberrantes sentadas para condenar a algunos jefes de las fuerzas armadas elegidos por Alfonsín y cuya lógica hubiera llevado al apresamiento de todos los militares hasta el último soldado.

Puede que sea hora de revisar la historia pero hacerlo en serio, desde el lado de la ley, de la preservación de la vida humana y de la más profunda honestidad. Si lo hiciéramos seguramente veríamos que si bien el la Argentina hubo una guerra sucia, esta no fue revisada con la vara de la justicia sino con la masa de la venganza por quienes la iniciaron y sus simpatizantes.

A esa guerra sucia le siguió una posguerra no menos sucia, disfrazada de derecho. Ese es el verdadero motivo por el que la Argentina no encuentra paz.

Lo que las leyes de obediencia debida y punto final vinieron a hacer fue a poner fin a esa venganza cuyos alcances habían superado los propósitos políticos y propagandísticos de sus autores y que en lugar de establecer responsabilidades individuales en hechos particulares, buscó cuestionar la reacción del estado argentino contra una agresión externa perpetrada por intermedio de colaboradores internos.

Nadie se hubiera opuesto a la justicia, pero en la Argentina hasta ahora no la hubo. La doctrina bajo la cual la llamada guerra sucia fue juzgada se basó en negar el hecho mismo de que fuera una guerra. La Cámara Federal nombrada al efecto por el alfonsinismo con la venia de una Corte Suprema que también había nombrado Alfonsín en su totalidad, reinterpretó así la historia en 1984 y sentenció que en la Argentina no había habido guerra alguna.

Y como cualquier guerra que sea juzgada sin tener en cuenta su naturaleza bélica podría ser considerada un homicidio en masa, todos los militares quedaban incriminados de manera implícita a partir de una mentira.

Bien o mal entonces, las leyes de obediencia debida y punto final pusieron freno a una venganza perpetrada bajo la argucia de quitarle a la guerra su carácter de tal y ese freno fue el elegido por los mismos alfonsinistas y como un modo de no asumir los horrores cometidos con anterioridad y circunscribirlos a determinados jefes ("emblemáticos", como se los llama ahora).

Puede que algunos de quienes se hayan beneficiado con su dictado no lo merecieran, pero ese es un costo que se debió pagar por errores acumulados y en procura de un fin superior como era el de impedir que los justos sean arrastrados por la misma ola vengativa (a esa altura imposible de detener) que los pecadores.

Lo que hizo el juicio a las juntas militares fue justamente lo que Balza dice que hicieron las leyes en cuestión, es decir impedir separar a una guerra legítima de hechos aberrantes cometidos en su nombre. La obediencia debida y el punto final, no fueron el freno a la justicia sino a la injusticia.

Balza sabe esto porque le tocó ser jefe del Ejército y oponerse a la pretendida derogación de las leyes de las que ahora habla mal. Debiera explicarle al país su cambio de opinión.

Balza recuerda en el artículo que el Código de Justicia militar vigente aún hoy contiene un concepto mucho más rígido de obediencia debida que el de estas leyes, pero debió concluir que si los acontecimientos no hubieran sido sacados de su verdadero contexto y marco legal la obediencia debida hubiera devenido natural de cualquier modo.

Pero sea cual sea la opinión sobre las leyes de obediencia debida y punto final, lo que resulta aberrante es que en nombre de un sentido muy particular de lo que es justicia se pretenda dejar sin efecto de manera retroactiva normas que fueron dictadas por el Congreso en pleno ejercicio de sus funciones de dictar amnistías.

No da un solo motivo para sostener la nulidad que su propia opinión sobre las leyes. Salvo quienes la convalidaron nadie puede acordar con la amnistía dada a los terroristas en 1974 que fue el inicio de todo lo que ocurrió después, pero a nadie tampoco, mucho menos en nombre de la ley, se atreve a propiciar su anulación porque fue dispuesta de conformidad con innegables facultades constitucionales.

La obediencia debida y el punto final no son distintas por alcanzar a otras personas. Lo contrario significaría subvertir todo el orden jurídico argentino en función de una causa ideológica; la violación de los derechos humanos en su propia invocación.

Que un simpatizante del terrorismo en la Argentina, que por cierto abundan, quiera convertir al derecho en un chicle que se acomoda cuantas veces sea necesario a las conveniencias de su facción, que lo invoque cuando le conviene aún tergiversándolo pero que crea que nunca bajo ninguna circunstancia puede ser interpretado a favor de quienes no piensan como él, es algo a lo que nos estamos acostumbrando, pero que a ese coro se sume un ex jefe del Ejército, marca un nivel de deterioro que resulta triste para la República.

Es inmoral aceptar ordenes inmorales, pero mucho más lo es llamar inmoral a una guerra defensiva. Es inmoral torturar o aprovechar el marco de impunidad que da una guerra para cometer delitos de cualquier naturaleza, nadie pude dudarlo, pero también es inmoral olvidar la memoria de los soldados muertos por defendernos de una agresión externa, como así también contribuir a la victoria propagandística de la forma más infrahumana de combatir que es el terrorismo o desentendernos de aquellos a quienes estando vivos se los pretende ensuciar por defender con honor a su país.

Los únicos que podrían decir que no necesitan recurrir a la obediencia debida y el punto final no tendrían por que ser los que pasaron en el extranjero con comodidad la guerra más sangrienta que vivió la Argentina en el siglo pasado, sino fuera por una forma sucia de considerar el pasado que se inició en 1983.

Los que pusieron en juego su vida en una guerra que no iniciaron y por cuyo servicio no recibieron otra cosa que el vilipendio público, no tendrían que tener motivo alguno para temer sino estuviera confundida la línea que separa el bien del mal.

En cambio los criminales, no digo del bando terrorista que lo eran todos, sino los del lado legal, estarán bien agradecidos del cambalache iniciado con esa pos guerra sucia y se alegrarán de ver que un ex jefe del Ejército, influido tal vez por nuevas amistades pueda contribuir de semejante manera a la confusión general.

Es claro que es conveniente subirse a la balsa de la salvación que es la izquierda argentina, capaz de dar un marco de protección hasta judicial a todo el que le preste buenos servicios. Ojalá que no nos enteremos que una reinterpretación de la historia y una particular visión jurídica que favorece a ese sector político sea la contraprestación por subir a esa balsa o por el inicio de una carrera política.

(*) Abogado, militante del liberalismo político y económico, columnista semanal de Urgente.

Sr. Director:

El bendito ´progresismo´ de la democracia recuperada asumió que mantener el orden era "represión" y que "reprimir", incluso con la ley en la mano, era ilegal. Estupidez mayúscula -como tantas que caracterizan a la clase política vernácula- que nos ha llevado a lo que hoy sufre la sociedad: un convencimiento profundo de que delinquir no le trae consecuencias al autor del delito.

Nuestras leyes serían respetadas si, a su debido tiempo:

- se hubiera procesado a Hebe de Bonafini por Apología del Delito y Rebelión, cuando defendió a los asesinos de ETA y llamó al pueblo a tomar las armas contra el sistema;

- a la asociación HIJOS por Apología del Terrorismo, Destrucción de Propiedad Pública y Privada y Resistencia a la Autoridad, cuando se supo que en su página web enseñan a hacer bombas molotov, cuando comenzaron a pintar y destruir paredes y aceras y a golpear, escupir e insultar a policías y otros funcionarios;

- al periodista Osvaldo Quiroga por Falsa Denuncia, cuando denunció -y luego ratificó- ante los tribunales que vio al General Videla violando su arresto domiciliario, cuando un Juez probó exactamente lo contrario;

- a la Asociación Argentina de Actores por Discriminación, cuando expulsó de esa institución a Elena Cruz y Fernando Siro por la sola causa de expresar sus ideas, en tanto mantiene como socio a Norman Brisky, conspicuo miembro de la conducción de Montoneros en 1977;

a los piqueteros, porque desde un comienzo atentaron contra la Constitución y el derecho establecido de transitar libremente. Y muchos más...

También se cumplirían hoy las leyes si no hubiera triunfado el corporativismo, y se hubiese procesado a diputados, senadores y funcionarios en general, por Incumplimiento de los Deberes de Funcionario Público, por permitir que todo lo anterior sucediera sin consecuencias para los delincuentes.

Volvamos al simple precepto de "La ley está para cumplirse", y recién entonces comenzaremos a tomar el camino hacia un país verdadero.

Atentamente,

[email protected]

En la madrugada de ayer concluyó el desmoronamiento de un gobierno cuya única fortaleza consistía, en los últimos seis meses, en el empeño que para sostenerlo pusieron quienes no compartían sus propósitos.

Nunca hubo en la Argentina un gobierno más sostenido por sus opositores. Tal paradoja se produjo porque donde las autoridades ahora sustituidas sólo vieron el botín de un vencedor electoral, la totalidad del país vio la posibilidad de una consolidación institucional. Ayer, también, se clausuró un proceso político que, como tal, se abrió en 1971, y no es menos evidente que se ha cerrado una época signada a lo largo de casi tres décadas por la presencia activa de Perón, primero, y después por los hechos y situaciones que tuvieron una relación de causalidad inmediata con la presidencia por él dejada vacante.

Este final inexorable había sido presentido por vastos sectores de la opinión pública. En las últimas semanas tal presentimiento era una convicción reafirmada a diario por síntomas de la más diversa naturaleza.

Hubo, ciertamente, insensibilidad y obcecación en quien asumió en 1974 la presidencia de la República, así como la hubo en el grupo que guió su pasos con desprecio del renunciamiento que en su momento pudo haber salvado el proceso hacia la unánimemente deseada consolidación institucional.

Eran tan hondos los deseos de alcanzar ese objetivo, que la Nación entera pudo haber absorbido aquella carga negativa de la insensibilidad y la obcecación, si no fuera porque ella se acrecentó con un intolerable lastre de corrupción, despilfarro, incompetencia e inseguridad colectiva a través de un '"contraproceso institucional" que incluye a todo el gobierno peronista a partir de mayo de 1973.

Cada vez más, el gobierno justicialista se abandonó a sus propias obsesiones. La más absurda de éstas fue la conversión de la República en una suerte de monarquía en la cual la viuda de un caudillo pretendió que el poder fuese un bien casi computable en el juicio sucesorio. Esta ambición femenina, propia de la reyecía del siglo XVIII, fue alentada por un "pequeño grupo de amigos" puestos actuar como un núcleo empresario de las emociones populares atribuidas al eco del apellido convocante.

Así sobrevinieron las reyertas intestinas entre la depositaria del nombre y los que pretendían ser beneficiarios de una nebulosa herencia política. Primero se fragmentó el Frente oficialista en el cual el peronismo apadrinó a aliados de poco vigor numérico. Luego se escindió el peronismo. Más tarde se produjo un cisma parlamentario que privó al gobierno de su mayoría en la Cámara joven, no obstante 1o cual el Parlamento diluyó sus propias posibilidades creativas.

En último término el sector gremial - única, franja donde subsistía un vestigio de organización - cayó en la ficción que desconectó a los dirigentes de la realidad popular.

De tal modo, sólo quedó la fachada del edificio gubernamental. Es lo que acaba de caer. Nada de lo que rodeaba al gobierno conservó poder de convocatoria como para que un cierto calor de pueblo

Pero al sector gremial le cabe una gran responsabilidad. El fue el creador del principio de la "verticalidad" a ultranza. Suponía que a través de la verticalidad iba a deslizarse suavemente hasta las manos de los discutidos jefes sindicales la llave de las decisiones principales. Mientras especulaban con el "paso atrás" que aguardaban de la entonces titular del Poder Ejecutivo, se sucedían los cambios de ministerios, se destruía el aparato productivo de la República, la indisciplina social crecía como una maleza parásita y la crisis económica asumía caracteres catastróficos.

La crisis ha culminado. No hay sorpresa en la Nación ante la caída de un gobierno que estaba muerto mucho antes de su eliminación por vía de un cambio como el que se ha operado. En lugar de aquella sorpresa hay una enorme expectación.

Todos sabemos que se necesitan planes sólidos para facilitar la rehabilitación material y moral de una comunidad herida por demasiados fracasos y dominada por un escepticismo contaminante.

Precisamente por la magnitud de la tarea por emprender, la primera condición es que se afiance en las Fuerzas Armadas la cohesión con la cual han actuado hasta aquí. Hay un país que tiene valiosas reservas de confianza, pero también hay un terrorismo que acecha.

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Sr. Director de Prensa Independiente

Por la presente solicito que se publique en el correo de lectores de este prestigioso medio las siguientes palabras de reconocimiento y solidaridad para quienes hace 26 años defendieron con sus vidas a los hombres de bien que habitan nuestra patria.

"Reconocimiento y solidaridad al Tte. Gral. Jorge Rafael Videla, quien como presidente de la republica y comandante en jefe del ejercito, junto con la totalidad de las fuerzas armadas, de seguridad y policiales, defendieron a la Nación de la agresión subversiva y derrotaron a las organizaciones terroristas que pretendían imponernos un régimen marxista."

Lamentablemente quienes vencieron en la guerra, perdieron en lo política, dando por resultado el estado de descontrol y desquicio que tantos años después hoy volvemos a vivir.

Este nuevo aniversario del comienzo del Proceso de Reorganización Nacional, renueva mi convencimiento de que frente al abismo, hombres e instituciones patriotas son capaces de torcer un destino si no caótico y devolver a la Argentina a tiempos de gloria.

Viva la Patria!

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