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Indice de la fecha

1 - Novedades en el "Folleto Otrosi" del Dr. Ordóñez.
2 - Nota sobre la crisis: "Historia de una frustración argentina".
3 - "De nuestra memoria .......Paula Lambruschini".
4 - Claridad conceptual: "Las cosas de la economía", por Héctor Trillo.
5 - Interesante, una opinión distinta: "El FMI desangra a la Argentina" por Jeffrey D. Sachs.
6 - "No hay que olvidarse del.....Capitán de Corbeta Ricardo Cavallo" ilegalmente detenido en la ciudad de México.
7 - Cartas de lectores: "Nobleza obliga", por Reynaldo Bignone.
8 - Comunicado de prensa: de ´La Sociedad Argentina de ética médica y biológica´.

Nota: en forma experimental la Sintesis comienza a salir en formato de texto puro, digitalmente más liviano, en la versión por mailing.

En el "Folleto Otrosi" del Dr. Ordóñez (versión digital en: www.geocities.com/otrosi.geo ) se ha publicado el Boletín Nº 35 de abril del 2002, con las siguientes notas de interés:

• "La izquierdización de las asambleas"

• y "La guerra en Colombia¨

HEGEL distinguía entre la América colonizada y la América conquistada. Estaba en lo cierto. En el extremo norte, los puritanos del Mayflower y sus seguidores llegaron para quedarse y hacer un país mejor, a pesar de que provenían de Gran Bretaña, que, en el aspecto institucional, era la nación más evolucionada de Europa. En el extremo sur, la actitud de España fue de conquista y su interés prevaleciente consistió en encontrar y remesar riquezas a la metrópoli. Casi coetáneos en su emancipación, los Estados Unidos y la Argentina recibieron ambos inmigración europea, aunque es dable distinguir también que la del primero, en su mayoría, era oriunda de pueblos más desarrollados e industriosos.

Asimismo, los conflictos intestinos que condujeron a las respectivas organizaciones nacionales fueron muy distintos. La Guerra de Secesión contrastó con la barbarie de las montoneras que asolaron nuestra patria hasta entronizarse en la misma Buenos Aires con la dilatada tiranía de Rosas. Hubo que esperar a que la Constitución de 1853, obra de la Confederación, fuera aceptada por la Nación entera y, sólo entonces, comenzara la consolidación de nuestra historia.

Sería tan simplista negar las ventajas iniciales que acabamos de atribuir a Estados Unidos, como inferir de ellas un diagnóstico fatalista. Porque, afirmada la Organización Nacional, se produce un giro sorprendente. Presidentes de excepción como Mitre y Sarmiento son el portal de la generación del 80, que va a transformar la Argentina y a catapultarla del atraso a la prosperidad, a la riqueza y a la cultura.

Desde las postrimerías del siglo XIX hasta las dos primeras décadas del siglo XX, nuestra patria figura entre los siete países más prósperos de la Tierra. El porvenir se desplegaba venturoso y era de esperar que, a partir de sus ventajas comparativas, comenzara una industrialización que progresivamente adosara valor agregado a los recursos de todo orden que prodigaba nuestro territorio.

La gran depresión de 1929-1934 fue un golpe para el mundo entero y significaría para nosotros la ruptura del orden constitucional, con la destitución de un Yrigoyen ya senil. Fue de todas maneras un gran error en sus proyecciones, pero sería injusto condenar a la Concordancia y su ordenada administración, que, entre otras cosas, construyó la red caminera nacional que aún utilizamos. En 1937, el producto bruto por habitante arrojaba un guarismo de 510, contra 260 de Italia, 370 de Austria y 185 de Japón.

Tuvo a nuestro juicio tres falencias: el fraude electoral; la excesiva confianza en la exportación de materias primas, con el consiguiente olvido de incentivar la industrialización, y un atraso en el mejoramiento económico de la clase trabajadora que era factible y necesario. De todos modos, al cabo de sus trece años de gobierno, dejó un país enriquecido, con cuantiosas reservas, y en el momento preciso para encarar su desarrollo definitivo.

Pero fue cuando advino Perón y, con él, la regresión al populismo. Hizo todo lo contrario de lo que correspondía. En lugar de abrirse al mundo en una posguerra ansiosa de trasladar su progreso industrial a nuestro suelo de paz y recursos incalculables, cerró las fronteras, como había hecho Rosas, y despilfarró las riquezas acumuladas y lo que Europa nos debía, para nacionalizar los ferrocarriles y los demás servicios que eran prácticamente chatarra y que, además, ya estaban en el país. Sus lemas de "combatir al capital" y de "alpargatas sí, libros no" sintetizan su desatino: precisamente el capital y la educación fueron los pilares del desarrollo sin precedentes de las naciones civilizadas.

Perón mejoró a los obreros, pero con dádivas y no estimulando fuentes genuinas de trabajo. Instauró el crecimiento burocrático y dio así comienzo a la vampirización del sector productivo en aras de un Estado inservible. Su intervencionismo y reglamentaciones crearon un empresariado prebendario, aliado del sistema, y generador de una industria inviable fuera del proteccionismo. Creó el sindicalismo unificado y totalitario que aún padecemos. Impuso la obsecuencia, diseminó la corrupción, demolió las instituciones y, como símbolo de su fracaso económico, terminó saqueando las cajas de previsión. Mas su peor legado fue sembrar el odio entre los argentinos e inocular la ideología populista: aquella que ubica a los enemigos fuera de las fronteras y elude así la autocrítica y la superación.

El país no volvió a ser el mismo: a Perón se lo derrocó, pero se mantuvieron las estructuras que había creado. Tentados por el corporativismo, nuestros políticos y a su turno los militares pretendieron usarlas en beneficio propio, sin admitir que eran perversas en sí mismas. La sucesión de gobiernos que culminó con Isabelita y López Rega podría caracterizarse como un progresivo sainete si no hubiera culminado en tragedia. Los odios fomentados se habían radicalizado políticamente. La represión inevitable del terrorismo de los años 70 se hizo de la peor manera y el tejido social de los argentinos se dañó con severidad. La barbarie inicial había retornado.

La vuelta a la democracia reiteró el anacronismo. Con Alfonsín se percibe cómo los dos populismos llegan casi a identificarse. El Pacto de Olivos, la actual alianza con Duhalde y el flamante "salvamento" del gobernador Montiel son pruebas suficientes. La expectativa que despertó Menem con las privatizaciones se redujo a eso, igual que la ficción de la convertibilidad, que no conllevó la reforma del Estado, cuyo déficit fiscal se continuó financiando con endeudamiento. Su segundo mandato fue una catástrofe y a la corrupción sin límites se unió un crecimiento geométrico del gasto público, que llegó a superar los 100.000 millones de dólares anuales.

La presidencia de De la Rúa redondeó el paradigma. Había recibido un déficit de 11.500 millones de dólares, a pesar del cual se detectaba una salida de la recesión. En lugar de apuntalarla con una enérgica reducción del gasto, optó por el impuestazo. Su final fue el previsible.

Igual tozudez muestra la alianza de Duhalde con el radicalismo: mantener a cualquier costo lo insostenible. No importa que el financiamiento de este Estado sin instituciones haya llevado al default , a la estafa a los ahorristas, a la parálisis del país y a una arbitrariedad cotidiana que agravia los principios de toda sociedad civilizada. No importa la desocupación ni el derrumbe de la seguridad, de la educación y de la salud pública. Importa mantener el privilegio de la corporación política y de los empresarios y financistas prebendarios, asociados a este sistema perverso que no da para más.

Sin ayuda internacional, la Argentina no saldrá de la debacle. Y será muy difícil obtenerla en la medida necesaria si no se remueven las causas que provocaron la crisis.

Si no se reforma drásticamente el Estado en todas sus jurisdicciones, si no se deroga la legislación obstructiva con énfasis en los regímenes impositivo, previsional y sindical. Si no se tercerizan o privatizan el PAMI, la Anses y la AFIP, con un riguroso control de gestión. En fin, si no se hace todo lo que el dogma populista prohíbe. En la alianza gobernante no sabemos si predomina el anacronismo ideológico o el privilegio corporativo; de todos modos el desenlace no va a demorarse. El enigma final está en saber si la voluntad popular sigue atrapada por la ideología errónea o está dispuesta al cambio en el que se conjugan la patria y la esperanza.

"Las cosas de la economía"

En estos momentos críticos que vive el país, teorizar sobre economía resulta casi una broma. Sin embargo, es tan grande la desazón que siento cuando veo a esta gente que todavía nos gobierna tratando de evitar las consecuencias del desastre que han contribuido a provocar, que me asalta la imperiosa necesidad de aclarar al menos lo básico.

Mucho se habla de modelos ortodoxos o keynesianos, pero poco se sabe de ellos en profundidad. Mucho se dice de convertibilidad o dolarización o cambio libre o cambio fijo, pero las explicaciones son más bien vagas cuando por casualidad existen. Trataré de explicar un poquito esto, en la forma más breve y simple que pueda.

La convertibilidad no es lo mismo que el cambio fijo. Puede haber convertibilidad sin cambio fijo. Se trata de un sistema que permite convertir libremente la moneda local en divisas y usarlas dentro o fuera del país libremente. El cambio fijo adoptado como complemento de la convertibilidad de Cavallo y Menem tuvo por finalidad garantizar la existencia de una moneda confiable y creíble, que era y es el dólar, pero utilizando localmente el peso. El peso, era así un pagaré por un dólar. El Estado duhaldista estafó a la gente al dejar de respetar los pagarés emitidos y producir la devaluación.

Los modelos ortodoxos parten de la base de que la economía debe producir más bienes a menor precio, en un régimen abierto y de competencia libre. En sí, la productividad aumentará cuando bajen los costos de producción, y estos bajarán en tanto mejore la tecnología y se reduzca la carga tributaria. A su vez, ésta última responde naturalmente a las necesidades del Estado, que cobra impuestos para hacerse cargo de las cuestiones públicas.

Los modelos keynesianos sostienen que la forma de activar o reactivar una economía es la emisión de moneda para generar demanda de bienes. Si bien aceptan que esta emisión produce algo de inflación, parten de la base de que una emisión medida y sujeta a correcciones futuras puede acelerar y multiplicar la demanda mejorando de ese modo la situación general.

La dolarización, a todo esto, implica eliminar la producción local de moneda y sujetarse a una extranjera más estable. En sí misma es positiva si se dejan de lado aspectos nacionalistas, pero debe ser acompañada por una mejora de la productividad que se acerque a la del país de origen de la moneda, de lo contrario los bienes pasan a costar en dólares mucho más caros que en EEUU y se vuelve absolutamente no competitiva. Esto mismo pasa con la convertibilidad con cambio fijo, y es lo que nos pasó a nosotros.

Esto es muy somero y breve, pero al menos descriptivo.

La Argentina ha destruido varios signos monetarios a lo largo de los años, con lo cual la gente huye de cualquier intento de fabricar moneda espuria. Por eso, apenas el Estado pretende aplicar "políticas monetarias", esto es, emisión, todo el mundo se refugia en el dólar o en bienes de cualquier tipo. Es por eso que los modelos keynesianos, aunque tengan sus sostenedores son en principio inaplicables, o de muy difícil aplicación entre nosotros.

La inflación producida por la inyección de moneda sin respaldo produce de ese modo un "parate económico" fenomenal. Nadie vende, nada tiene precio, nadie produce y todo se detiene.

Los modelos ortodoxos son los que normalmente aplican el Fondo Monetario e instituciones semejantes internacionales. Se sostiene que es preciso tener una moneda sana, sin emisión espuria, y debe convertirse al país en eficiente y competitivo. Para eso, es preciso bajar el gasto del Estado para que no haya déficit. Esto equivale a financiarse con recaudación de impuestos, sin inflación. Pero no impuestos a cualquier tasa, sino a una tasa que no haga que las cosas sean tan caras como para que se desaliente la producción por falta de competitividad.

Así, quienes se oponen a esta línea de pensamiento, suelen decir que se trata de políticas de "ajuste permanente" y antipopulares. Sin embargo, la inflación de origen keynesiano o la hiperinflación son igualmente o más impopulares todavía.

En verdad, el llamado "ajuste permanente" no es tal cosa. La Argentina ha recaudado en los 10 años de convertibilidad y cambio fijo sumas fabulosas de dinero, pero el gasto fue siempre creciente y el déficit osciló, entre Nación y Provincias, en 15.000 millones de dólares anuales. Este déficit se cubría con endeudamiento externo, ya que no podía cubrirse con emisión espuria de moneda local.

El "ajuste permanente" no es tal porque está muy claro que los servicios que debe prestar el Estado en la Argentina son costosos e ineficientes. Ni la salud, ni la seguridad, ni la educación, ni la justicia, ni en general ningún servicio del Estado se presta en forma eficiente. Eso hace que la población deba contratar estos servicios en forma privada y pagar entonces dos veces. En los países bien manejados del mundo, esto no ocurre.

Quizás entre nosotros los servicios deban ser más modestos, porque tal vez tengamos menos posibilidades, pero la ineficiencia del Estado es una realidad que nadie puede negar. Y si la ineficiencia es un dato ¿por qué se habla de ajuste permanente impuesto desde fuera?. Es que la verdad es que ningún gobierno ha tomado el toro por las astas en esta materia. No sólo eso, sino que cada vez se gastó más dinero en burocracia, política y privilegios varios. Esta es la verdad. ¿Podemos aceptar esto de una buena vez?.

La ineficiencia del Estado en los modelos keynesianos se paga con emisión espuria, con inflación y con destrucción de signos monetarios. En los modelos ortodoxos se arregla o se paga con endeudamiento externo. Así de sencillo.

Es decir que ni un modelo ni el otro resuelven "per se" la ineficiencia del Estado. Porque de eso se trata. Ni el modelo keynesiano ni el modelo ortodoxo, ni ninguno intermedio entre uno y otro resuelve el problema de la inoperancia del Estado, señores. Sincerémonos por favor.

En tiempos del "déficit cero" cavallista, por ejemplo, no se bajaba el gasto, sino que simplemente se dejaba de pagar. Esto no resolvía el déficit, sino que aumentaba la deuda. El impulso inflacionario duhaldista pretende licuar el gasto del Estado, pero también licua el ingreso, por eso se recurre a impuestazos y a "retenciones a las exportaciones", para tratar de recaudar de algún modo la diferencia. Pero el problema sigue siendo exactamente el mismo.

Muy bien, este es el "parte de la situación" en términos económicos. Así de breve y sencillo como pude. Y siendo así, resulta penoso ver que nuestros gobernantes buscan ministros de economía, y hablan de cambio fijo o variable, de mercado libre o controlado, de economía cerrada o abierta y demás, cuando el problema, como digo, está en la ineficiencia del Estado argentino.

Este es un relato lo más desapasionado posible. Es una simple descripción. Pero muestra, a mi modo de ver, dónde está el problema y cómo pensar en la solución.

La lamentable óptica de nuestros gobernantes, pretendiendo atacar las consecuencias del problema, muestra a las claras que la solución está muy lejos.

Veremos cómo sigue.

CAMBRIDGE, Massachusetts. - Cuando estalló la crisis financiera argentina, atribuí la responsabilidad principal a la Argentina misma más que a instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional. Ahora, medio año después, hay que rever la balanza de responsabilidades. Aun cuando, en última instancia, la Argentina es la principal responsable de su destino, el FMI no la ayuda. Su demora en suministrarle dinero no es el único problema, ni siquiera el mayor. El gran problema es la escasez de ideas correctas por parte del FMI.

El FMI no sabe con certeza qué debe hacer en la Argentina. Sigue machacando con un solo tema: la crisis económica argentina es el resultado del despilfarro fiscal, de un gobierno que gasta más de lo que tiene. Por eso subraya la necesidad de que reduzca sus gastos presupuestarios. A medida que se agrava la crisis, con una desocupación altísima y la posibilidad de que este año la producción caiga entre un 10 y un 15 por ciento, el FMI insiste en pedir recortes más profundos. Esto recuerda la medicina del siglo XVIII, cuando se "trataba" a los pacientes calenturientos con sangrías que los debilitaban aún más y a menudo aceleraban su fin.

En los países ricos, este esquema fue abandonado hace unos setenta años, durante la Gran Depresión. Cuando la producción se vino abajo, a raíz de la profunda crisis bancaria y financiera (vinculada al colapso del patrón oro), los ingresos fiscales en Estados Unidos y Europa cayeron a plomo y los gobiernos conservadores intentaron reducir los gastos presupuestarios para limitar los déficit. Esos recortes acentuaron la caída de la producción y agravaron la miseria económica. En 1936, John Maynard Keynes demostró que era inútil tratar de equilibrar el presupuesto en medio de una depresión económica.

El FMI desoye trágicamente esta lógica en el caso argentino. El creciente déficit presupuestario de la Argentina no es la causa del colapso económico que el país viene sufriendo desde 1999, sino, por sobre todo, su resultado. El déficit fue relativamente suave hasta 1999, cuando la economía entró en recesión. Sí, hay un derroche presupuestario, pero no es la causa de una crisis macroeconómica extrema. La causa mayor de la recesión no fue el gasto presupuestario, sino más bien la fuerte devaluación de la moneda brasileña en febrero de 1999, que quitó competitividad al peso argentino y creó entre los inversores la expectativa (a la larga, acertada) de una devaluación similar en la Argentina.

Mientras los inversores huían del país por temor a una devaluación, subieron las tasas de interés y cayeron los depósitos bancarios (entretanto, el gobierno argentino prometía no devaluar jamás el peso, fijado en una paridad de uno por uno con el dólar). Esto profundizó la recesión en 2000 y 2001; los declinantes ingresos fiscales llevaron a un déficit presupuestario cada vez mayor. El presidente Fernando de la Rúa y el FMI ensayaron la "cura" falsa de los recortes presupuestarios, aplicada en tiempos de la Depresión, pero era absolutamente imposible mantener la austeridad con las rentas fiscales cayendo. El déficit presupuestario siguió ampliándose, al ir colapsando la economía.

El método correcto para resolver los problemas de la Argentina en 2001, y ahora, habría sido poner fin a las especulaciones en torno a la devaluación. Yo fui partidario de la "dolarización", es decir, el reemplazo del peso por el dólar; eso acabaría con el miedo a futuras fluctuaciones de la tasa cambiaria. En vez de eso, ¡el gobierno argentino cerró el sistema bancario para que los depositantes no pudieran seguir convirtiendo sus pesos en dólares!

El cierre del sistema bancario llevó a una pérdida total de confianza en el país. Ahora, los argentinos emigran a Europa y Estados Unidos, en gran número, e intentan convertir sus pesos en dólares en cuanta ocasión se les presenta. El peso vale cada vez menos y el sistema bancario sigue congelado. La economía es un cadáver flotando a la deriva.

Ahora, lo correcto sería restaurar la confianza en el sistema bancario y la moneda. El mejor modo de lograrlo es dolarizando la economía, como se debería haber hecho seis meses atrás. Además, la comunidad internacional debería ofrecer fondos de emergencia para ayudar a asegurar los depósitos bancarios, con lo que restablecería una módica confianza en las instituciones financieras.

Los bancos internacionales que operan en la Argentina deben colaborar con el gobierno para que la banca vuelva a funcionar en cuestión de días, y no de meses. Deberían otorgar a la Argentina la suspensión total de los pagos de su deuda externa por un año, seguida de una reducción profunda de su endeudamiento general. Con los bancos reabiertos, una moneda que funcionase y el servicio de la deuda suspendido, algunos préstamos a corto plazo del FMI podrían tonificar la confianza y ayudar al país a superar su crisis. Sólo entonces el gobierno debería comprometerse a adoptar una política responsable de gastos presupuestarios, pero sin recortes drásticos.

En vez de esto, el FMI recomienda soluciones anticuadas y falsas. Al centrar su atención en el déficit presupuestario, persigue los síntomas y no las causas. Formula recomendaciones económica y políticamente imposibles de aplicar. Le dice a la Argentina que reduzca drásticamente los servicios públicos, cuando las escuelas y los hospitales ya están al borde del colapso.

Durante siglos, hasta que la medicina se convirtió en una ciencia, los médicos debilitaron o mataron a innumerables pacientes con sus sangrías. Ya es hora de que el FMI encare su misión en forma científica y reconozca que, en la Argentina, va por mal camino. Como resultado de esto, el FMI debe compartir cada vez más la responsabilidad y la culpa por los estragos que padece la Argentina.

http://www.petitiononline.com/mata756/petition.html

http://meltingpot.fortunecity.com//seabright/487/cavallo.html

Hace unos días les envié una copia de una Carta Abierta a S.E. RVDMA. el Obispo de Puerto Iguazú, Mons. JOAQUIN PIÑA BATLLEVEL.

Debo informarles que Monseñor me ha respondido con gran cordialidad y altura, aclarándome fundamentalmente que él no había leído la noticia como la publicó ´La Nación´ y que no era eso lo que él le manifestó al PAPA. Me aclara que en una entrevista telefónica a un periodista de Posadas sobre la visita al PAPA él le dio su opinión de que la solución militar había sido peor que el problema. Lo cual entiendo se puede discutir, pero no ofende a nadie.

Eso no es lo mismo que lo que publica el diario, que dice, refiriéndose a "los militares"; esos son peores todavía, como si lo hubiera expresado Mons. PIÑA BATLLEVEL.

Por la difusión que tuvo mi carta, nobleza obliga, y trato de darle a esta la misma difusión

Cordialmente:

8 - Con pedido de publicación

La Sociedad Argentina de ética médica y biológica (SAEMB) repudia los actos de ´terrorismo de estado´ practicados en Israel (de acuerdo al lenguaje de los defensores de los derechos humanos), y a los actos terroristas efectuados por ciudadanos de la Autoridad Nacional Palestina.

La comunidad mundial y el mismo Israel han condenado a la Argentina y al Ejercito Argentino y exigen que se juzgue a los responsables, en terceros países, en ocasión de la guerra antisubversiva llevada a cabo en Argentina contra el terrorismo comunista.

Estimamos conveniente que en forma urgente los gobiernos mundiales se expresen en contra de la violencia ejercida sobre un determinado grupo étnico de personas, para parar el genocidio, del que no escapan victimas inocentes de uno y otro bando.

Esperamos que la O.N.U. actué como en otros teatros bélicos con la misma firmeza, exigiendo se cumplan todas las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas, para no incurrir en el delito de omisión.

Exigimos que se resguarden los bienes y las vidas de todos los cristianos en Tierra Santa y no los usen con fines inconfesables para presionar a los estados a tomar posición al respecto.

Se deben respetar los derechos de judíos, musulmanes y cristianos en Tierra Santa, para que haya paz debe haber justicia y perdón y por sobre todas las cosas respetarse la verdad.

P.D.: el terrorismo de ayer, el de hoy y el de mañana, seguirán siendo terrorismo. el combatirlo es una obligacion moral y no importa quien lo practique.-

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