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Señor Director:

En una de sus últimas ediciones, creo que la 330, se ha publicado un artículo sobre la necesidad de salvar la "República".

Después de una profunda reflexión he creído conveniente, tanto como ciudadano como por soldado, enviarle algunos comentarios que en estas horas de tanta gravedad tal vez pudieran ser de utilidad, pues me da la impresión que seguimos sin darnos cuenta, que estamos inmersos en una subversión de valores que nos trastoca las ideas, imponiendo lo accesorio sobre lo realmente importante.

Lo verdaderamente trascendental, y no es ocioso repetirlo porque parece que lo hemos olvidado es "La Patria", ese bien trascendente por el que nosotros los soldados "juramos, si es necesario, perder la vida" y que etimológicamente es lo que se refiere a los padres, pero no en generación carnal, sino en la continuidad solidaria de las generaciones de familias que se han esforzado, disfrutado y sufrido juntas, edificando sus hogares, sus iglesias, sus ciudades, sus instituciones, sus usos; labrando la tierra y abonando el suelo con su transpiración, a veces con su sangre y con sus huesos. En síntesis, realizando todo aquello que preserva una buena vida humana.

Es por esto que al nacer ya estamos insertos en algo: en primer término en una tierra. No una cualquiera sino nuestra tierra, yerma o cultivada, que cobija en su seno el trabajo de todas las generaciones que nos precedieron - nuestros muertos - que acuna las tradiciones que aquellos nos legaron y que nosotros deberemos custodiar y acrecentar y que además, mantiene latentes y fecundos los óvulos en que germinaran las miles de generaciones que nos sucederán.

La Patria es una esencia fija e inmutable, como la bandera de guerra, que es su símbolo y el precio de su existencia soberana.

La Paria: es en definitiva, nuestro Bien Supremo Terrenal; pero no es algo etéreo como si constituyese una idealización intelectual, por el contrario, es algo concreto.

"La Nación", con su unidad de origen, conciencia y destino, es la esencia y el espíritu de la Patria, es la que la caracteriza y califica. La nación puede perdurar sin territorio, de aquí su importancia, porque es el elemento fundacional; sin ella la patria muere.

Por esto es que asevero que lo que debemos salvar es nuestra pobre, maltrecha y olvidada "Nación", que subyace agonizante y que dando una cabal muestra de su anomia y abulia, reaccionó recién cuando le tocaron su bolsillo; manteniéndose en cambio desinteresada e indiferente - situación en la que incluyo a los hombres de armas, responsables de la custodia de nuestra soberanía - cuando enajenaron parte del territorio en favor de Chile, al entregarle parte de los Hielos Continentales, inventando un litigio que no existía.

No puedo aventurar si esta pobreza espiritual que nos agobia es casual, producto solamente de nuestra reciente y tortuosa historia, o es acaso producida, por eso entiendo es prudente recordar, que hace ya unos treinta años, Zbigniew Brzezinski, ideólogo del Conglomerado Empresario Transnacional (CET), organismo creado para manejar los destinos de los pueblos, escribió:

" Debemos destruir: la nación-estado, las religiones institucionalizadas, el marxismo-leninismo y constituir un hombre nuevo, impresionable, semi-robótico, sin creencias firmes, apartándolo de la familia, de la nación y de su herencia cultural, mediante un nuevo concepto: el humanismo racional"

Pregunto: No será que se están dando, ante nuestra negligencia y displicencia, el gusto de alcanzar sus objetivos; veamos: El concepto de nación lo tenemos prácticamente olvidado, la nación - estado está destruida, la religión atacada constantemente, la familia en disgregación, nuestra herencia cultural abandonada; tan grave es nuestra situación, que ya hay quienes comienzan a hacer apología de la cesión territorial, otros de la intervención extranjera, cuando no de la fórmulas del estado asociado y más grave aún, cuando muchos que lo hacen "juraron" defender la patria hasta perder la vida.

Por eso señor director espero se entienda, no ya solo mi indignación, sino mi profunda tristeza ante la defensa de la república (que es efecto y no causa), pues en presencia de tamaño caos, querer defender lo accesorio es permitir que se continúe destruyendo lo esencial.

Si no rescatamos nuestra "Nación" que es fundacional y languidece, no solo habremos perdido la república y la democracia, que son accesorias, sino la "Patria" (que es consecuencia de la nación) y a la que alguno de nosotros como ya recordé, juramos defender hasta perder la vida.

La nación judía, vivió siglos esparcidos por el mundo y subsistió, porque es una NACIÓN; estuvieron desintegrados territorialmente, pero mantuvieron su unidad de origen, conciencia y destino hasta que hace muy poco se asentaron en Israel, patria a la que defienden sin importarle el sacrificio de sus hijos, puesto que conocen muy bien lo que les costó tenerla y por esto lo que significa defender la hasta perder la vida.

Me atrevo a augurar que si no volvemos a las fuentes, nuestro camino de desintegración está marcado y en él, nuestra república y nuestra democracia pasarán a ser un amargo recuerdo.

Me une al señor Director un gran afecto y respeto y por tal, espero no haberlo incomodado con el pedido de publicación de este pedido de replica - aclaración, , que ha manera de reflexiones le ruego divulgar.

Sin más lo saludo con toda consideración.

Brig.May. ® José María Insua

Respondemos brevemente al Brigadier Insua, quien nos honra con su amistad y cuyos sanos desvelos por la suerte de nuestra Nación nos constan desde hace mucho tiempo.

No podemos menos que coincidir con él en todo lo que expresa sobre los conceptos de Patria y Nación, nos son comunes las preocupaciones por la gravísima crisis que vivimos los argentinos.

Por supuesto que su escrito no nos incomoda y lo hemos publicado, pero por la misma amistad citada y siendo consecuentes con nuestras ideas debemos mencionar dos discrepancias relevantes con sus dichos:

No creemos que la defensa de la República sea lo accesorio, estamos firmemente convencidos que la defensa de la Nación está indisolublemente ligada a la defensa de la Nación en libertad, forma de vida en comunidad expresada cabalmente por el sistema político ´republicano representativo´ sustentado en nuestra Constitución Nacional de 1953, constitución que es un canto a esa libertad. Así lo expresa nuestro logo desde el primer número. Es más, estamos seguros que principalmente por no haber cumplido esa Constitución cabalmente - tantas dirigencias políticas civiles fracasadas - es que estamos como estamos.

 

Respecto al tema de los Hielos Continentales, creemos que a las Fuerzas Armadas como instituciones no les cabía decidir ni opinar públicamente al respecto en pleno gobierno constitucional. Por otra parte es un tópico muy complejo y debatible, sobre el cual mucha gente en nada falta de patriotismo piensa de diferentes formas; es interesante recordar que muchos patriotas chilenos estaban y están igualmente convencidos que los Hielos eran de ellos y que la solución acordada fue una entrega hacia los argentinos.

Finalmente, ha aparecido un político dispuesto a tomar en serio la reforma política. Es el gobernador de Mendoza, Roberto Iglesias, quien ha ido derechamente al fondo de la cuestión.

Ha propuesto a la Legislatura de su provincia derogar el carácter exclusivo y excluyente del derecho otorgado a los partidos en punto a legalizar las listas de los candidatos ante la justicia electoral.

Mientras este privilegio abusivo subsista, de poco valen por sí solas otras ideas reformistas, cuales la supresión de la lista sábana y la renovación de las afiliaciones partidarias. Lo esencial es la posibilidad para todo ciudadano de presentar sus propias listas para cualquier cargo.

Sin la restitución de este derecho natural indebidamente abolido, todo lo demás es un simulacro de reforma, no reforma. A falta de ella, perdurará el monopolio para el conjunto de los partidos de la totalidad de los cargos electivos, algo en potencia equivalente a la suma del poder público. En potencia, para decir lo menos, pues también ha obrado en acto, cuando los partidos representados en los órganos legislativos se confabularon, como tantas veces lo han hecho, para gratificarse con beneficios y prebendas.

Este proyecto de ley provincial debe servir de modelo para una revisión de fondo de los ensayos hipócritas a consideración del Congreso Nacional. No porque de él surja automáticamente el saneamiento de la vida política, sino porque abrirá sus puertas a candidatos no inficionados de su mediocridad y arraigados vicios. Ya que mal se podría dar la maravilla de "que se vayan todos", y que más probable parece la designación, por quienes irán quedando, de herederos de la misma escuela, que al menos lleguen algunos mejores.

Señor Director:

"Menem fabricó la bomba. Mientras la mayoría lo votaba por privatizar y desregular, él duplico el gasto público y financió esa fiesta con una deuda externa tan innecesaria como explosiva.

"De la Rúa recibió la bomba. Primero alertó a todos de su existencia, después prometió desarmarla y finalmente no hizo nada.

"Duhalde y Alfonsín se apoderaron de la bomba. No para desarmarla, sino para hacerla explotar bien lejos de los intereses que ellos representan. Así colocaron la bomba en el motor de nuestra economía, en los bancos, en las empresas privatizadas y en el sector energético. El motor explotó y el país dejó de funcionar."

Señor Director:

"Entre las cartas de lectores del 11 del actual, María Martha Vera se queja por problemas tremendos que tiene con Telefónica, y tiene toda la razón del mundo en hacerlo. Pero termina diciendo: "Que para esto se privatizaron los servicios públicos, que son más caros y dejaron mucha gente sin trabajo".

"Este razonamiento es muy repetido últimamente, y hay quien propone estatizarlos nuevamente. ¿A los argentinos nos ha atacado una epidemia de amnesia colectiva? No recuerdan los padecimientos indecibles de los servicios públicos, teléfonos, electricidad, gas, agua, cuando eran estatales? Ya ni servicios teníamos.

"Los servicios privatizados no serán lo que uno desea, pero son infinitamente mejores que cuando eran estatales."

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Las críticas lanzadas por los gremios docentes, luego de que la Suprema Corte habilitó al gobierno provincial a poner en vigencia las reformas sancionadas por la Legislatura al estatuto especial que rige esta actividad, demuestran la enorme soberbia y el doble discurso de estos sindicalistas.

Soberbios porque no sólo se creen con mayor autoridad institucional que la Cámara de Diputados y Senadores de la provincia sino que, además, se consideran más capaces de opinar sobre cuestiones de legalidad que los miembros del máximo tribunal bonaerense.

Doble discursistas en cuanto a que se dicen democráticos, pero denostan las instituciones, cuando éstas no deciden hacia el lado de sus intereses.

Pero, sobre todo, las críticas y, en general, la defensa cerrada que hacen del estatuto docente, habla a las claras de su decisión manifiesta de proteger los irracionales privilegios - más irracionales, aún, a la luz de esta época de crisis terminal en toda la economía -, que son el corazón de esa norma, nacida y crecida a la luz de décadas de connivencia entre gremios y políticos demagogos.

Bastaría preguntarse qué país serio - ya sea capitalista o socialista - es capaz de sostener un cuerpo legal que permite, por ejemplo, que una directora de escuela cobre su sueldo casi sin límite de tiempo, porque al no poder realizar la tarea específica se le permite hacer otra inventada e innecesaria, o que algunos profesores, como ocurre, cobren sobre la base de un trabajo supuesto de doce horas de clase por día o más, cuando es evidente que resulta imposible que cumplan esta carga horaria, sin superponer tareas, es decir sin dejar de cumplir alguna de ellas.

En definitiva, los gremios docentes han demostrado ser más de lo mismo en cuanto a las normas básicas que rigen, en la enorme mayoría de los casos, al sindicalismo argentino:

• negociar con los políticos privilegios para sus afiliados a cambio de adhesión electoral,

• defender luego estas prebendas a ultranza para no perder predicamento interno

• y todo esto, sin importarles un ápice malograr el futuro del conjunto de la sociedad o, como en este caso, de los buenos maestros que se ven inexorablemente perjudicados por aquellos que sólo aprovechan el renglón de los derechos.

Señor Director:

"El doctor Oscar Lavapeur publicó un excelente artículo sobre la realidad política y social de la República Argentina. Comparto todos los aspectos de aquél. El análisis histórico que realizó demuestra la vasta cultura del autor.

"Quizá valga la pena ampliar el concepto de la política industrial de la década del treinta. Sólo muy pocos investigadores han verificado series estadísticas de dicha época.

"La realidad es que de 1932 a 1946 la tasa de crecimiento industrial era del 6 al 10% acumulativo. Ello fue producto del trabajo intelectual del ingeniero Alejandro Bunge, y que fue plasmado por un grupo de jóvenes economistas como Raúl Prebisch, Max Aleman y otros que ocupaban los puestos clave de la administración de esa época.

"Estas políticas se complementaban con la creación de instituciones de regulación y promoción agrícola y un plan de obras públicas (caminos, diques, ferrocarriles, etcétera).

"El ritmo del crecimiento industrial se frenó en 1949 hasta achatarse en 1950. La teoría de que los gobiernos peronistas fomentaron la industria es uno de los mitos históricos argentinos.

"La política industrial de la década del treinta quedó integrada en la sociedad argentina. La dirigencia política de la alianza conservadora radical propuso a un industrial como candidato a la presidencia, al doctor Robustiano Patrón Costa."

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